“La cuarentena eterna”
esta oración la escucho repetirse en boca de varias personas, es más, yo misma la he dicho y en ocasiones pienso que así será. Transitamos desde hace meses una situación que se desarrolla a nivel mundial y nos atraviesa a todos los seres humanos de manera individual y grupal. Es como si el tiempo se hubiera detenido pero nosotros no, porque no podemos, porque no queremos, porque no sabemos o porque nos enseñaron a funcionar de manera automática.
Nos resistimos al cambio, nos asusta pensar que nada va a ser igual, estamos cansados, presionados y no dejamos de pensar, de preguntarnos ¿Cómo seguirá esto? ¿Qué va a pasar? Y aunque parezca imposible es el momento de detenernos y reformular estas preguntas: ¿Qué puedo hacer a partir de ahora? ¿Depende de mí lo que está pasando? Tal vez, y repito, tal vez una manera de reencontrarnos sería lograr tener la capacidad de apropiarnos de la realidad con instrumentos que nos inviten a transformarla y a través de este proceso, (difícil, no lo voy a negar) transformarnos a nosotros mismos.
Empatía, Resiliencia y Desapego
Hay palabras que están muy de moda, las leo, las escucho y las digo: Empatía, Resiliencia y Desapego. Son lindas, ¿no? Estas palabras también construyen o hacen efectivamente lo contrario, no sólo porque en nuestra cotidianeidad las utilizamos bien o mal sino porque en la práctica son difíciles de cumplir con nosotros mismos y con los demás, pero esto también nos cuesta aceptarlo.
Exigimos empatía de otros hacia nosotros pero cuando podemos comentamos de los kilos de más que ganamos en esta cuarentena sin importarnos que hay personas que hace años están luchando internamente por aceptar su cuerpo; nos percibimos resilientes porque fuimos capaces de superar un duelo o una ruptura de pareja, pero emitimos juicios de cómo o no demuestra su dolor un tercero ante las mismas circunstancias y cabe preguntarnos, ¿logramos nuestra resiliencia a costa de herir a otros con nuestra actitud?; exigimos desapego escudándonos bajo la profesión que creemos nos habilita pero no tenemos la capacidad de advertir cuándo la persona que tenemos enfrente solo necesita ser escuchada y comprendida; ¿quién es capaz de afirmar que soltar y suprimir lazos de unión y amor sea necesario?, podemos ofrecer otra visión que es la de continuidad de esa unión y de ese amor desde otro lugar.
Quitarse la venda de los ojos
La cuarentena eterna… A veces me imagino en el patio de mi escuela primaria, es invierno y el sol de las nueve y veinte comienza a calentar, nos ponemos en círculo las chicas y los chicos y decidimos jugar al “Gallito Ciego”, me toca a mí en suerte taparme los ojos; lo último que siento es la mano de mi compañera atando fuerte el pañuelo por encima de mi nuca, le digo que no lo apriete tanto pero ella dice que si no lo hace voy a espiar, alrededor hay silencio solo el ruido de otros chicos que juegan en un patio separado al nuestro; empiezan a girarme y me empujan, yo me detengo aunque insisten en que camine y los encuentre, recuerdo los guardapolvos blancos y ahora sí, después de respirar profundo estiro los brazos hacia adelante, ellos se ríen y dicen cosas inentendibles pero el calor del verano comenzó a calentar mis piernas y decido caminar alejándome del grupo, de verdad ya no escucho lo que dicen, o no me importa; así siento esta cuarentena eterna, como caminando ciega y con los brazos extendidos pero con la certeza de que en algún momento me sacaré el pañuelo y podré mirar hacia atrás sólo para ver cuánto camino de incertidumbre avancé y logré sortear.
Los invito a que se esperancen con un futuro, en que puedan encontrarse con aquellos sentimientos que los conduzcan a lo que SÍ quieren para sus vidas; no hace falta pasar por encima de nadie, no hace falta demostrar nada a nadie, que lo visible sean nuestros objetivos y que si hoy no sabés para dónde ir o qué hacer o te preguntas qué va a pasar con todo esto luego; te detengas y respires sintiendo el aire recorrer todo tu cuerpo, a veces el pañuelo detrás de la nuca aprieta y te obliga a mirar para adentro, no sé, a lo mejor es por ahí.
La cuarentena eterna y el virus inesperado nos obligan a nuevas formas de interacción, el “aquí y ahora” es este, seamos amables, aprendamos a escuchar, respetemos las diferencias; el 16 de agosto serán 149 días de cuarentena, como ejercicio para esos días te dejo las siguientes preguntas:
¿Para qué cosas me sirvió lo que hice durante la cuarentena? Felicitate si lograste alguna meta, si cambiaste algún mal hábito, si construiste un hábito saludable, y si no fue así siempre estás a tiempo de comenzar.
¿Qué cosas descubrí que no me gustaban?
¿Puedo responder qué es lo que sí quiero?
Antes de decirle algo a alguien pregúntate: ¿Lo que le voy a decir construye?
Y por último te pregunto: cuando te sacaste la venda de los ojos… ¿Qué te descubriste de positivo?
La cuarentena eterna no va a ser eterna, todo pasa y cambia… no tengamos miedo al cambio; después de tomar aire obligate a seguir andando.
Si querés transformar tu realidad, contactame.
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